Todavía no he colgado el título de sexóloga de la pared de ningún despacho. Antes de hacer algo así tengo muchas dudas que resolver, y una de ellas me ha llegado a través de Instagram: ¿Qué es la sexología sustantiva? Responder a esta pregunta no es fácil, intentarlo me va a llevar varios párrafos, ¿me acompañas?
Empecemos por dejar por escrito una definición muy básica:
La sexología es la ciencia que estudia el sexo.
Esa definición, aparentemente tan sencilla, ya tendría muchas interpretaciones porque aparecen dos conceptos tradicionalmente ambiguos: “ciencia” y “sexo”. También cuenta con una tercera parte que me gusta mucho más, la de “estudiar”, porque nos trae a la mente la idea de un proceso en el que uno se mete y no sabe cuando va a salir, pero que tiene una vida larga y se comparte entre generaciones*. Sin embargo, la ambigüedad de “ciencia” lleva a buscar sustitutos más rigurosos y en nuestro caso las palabras “disciplina” o “epistemie” encajarían mejor. Pero por ahora no me liaré con esto.
Vayamos al sexo.

Las muchas implicaciones que tiene hoy la palabra “sexo” me lleva a simplificarlo así: sexo, aquí, hace necesariamente referencia a la sexualidad humana.
Los sexólogos no son biólogos estudiando la reproducción de una especie sino que buscan comprender la sexualidad de los seres humanos. Tampoco se trata de médicos sanando enfermedades, ni psicólogos lidiando con trastornos, ni sociólogos trabajando con estadísticas o perspectiva de género, por lo menos no exclusivamente. Los sexólogos son profesionales que estudian el hecho sexual humano con todas sus implicaciones en la vida de una persona.
…simplificando, hay tres tipos de sexología: La sustantiva (la que estudié yo, Alcalá de Henares-Incisex, y otras como la CJC, Valladolid…), la bio-psico-social (un buen ejemplo es SexPol) y la clínica, que es a la que se accede vía medicina o psicología.
Una pincelada muy general que apuntaba Miguel Vagalume en su blog en 2014 tratando de orientar a futuros estudiantes de sexología.
Efectivamente, la sexualidad humana se estudia frecuentemente desde todos esos campos. Por eso existen varios tipos de sexologías que se estarían explicando desde dentro del marco biopsicosocial, salvo una que tiene su propio marco de comprensión y lo hace de otra manera, cómo dice Efigenio Amezúa (1941),, el padre de la sexología española (y el primero en hablar de sexología «substantiva»), estudiando el sexo desde el sexo.
¿Cómo se hace el estudio del sexo desde el propio sexo?
Para empezar tenemos que tirar de un hilo que se remonta a finales del siglo XIX, a lo que Efigenio Amezúa llama la primera generación de sexólogos. Un grupo de lo que ahora diríamos que eran “profesionales de la salud” que, heredando las ideas de naturalistas como Darwin o Haeckel y, guiados por un pensamiento crítico contrario a los mandatos reguladores de la sexualidad de la época, hicieron “ciencia sexológica”.
Por citar solamente a dos de los sexólogos más importantes de esta generación, tanto el médico británico Havelock Ellis (1859-1939) como el médico judío alemán Magnus Hirschfeld (1868-1935) fueron también activistas y precisamente sus inquietudes políticas les llevaron a recopilar datos y a producir innumerables investigaciones en torno a la sexualidad humana siendo tan rigurosos como les permitían los conocimientos y las limitaciones de su época. De ellos hemos heredado ideas importantes como la noción de intersexualidad humana, el continuo de los sexos o los rasgos, caracteres sexuales que trascienden lo reproductivo… pero su aportación más importante ha sido la manera de acercarnos al sexo desde las historias que cuentan los mismos seres humanos con los que se trabaja.
La aparición del psicoanálisis es simultánea a todo esto, y no deja de ser fascinante comprobar como, ya desde aquel entonces, sexólogos y psicoanalistas mantienen una intensa relación de amor-odio, intercambiando ideas y discutiendo sobre temas como los orígenes del deseo. Pero es justo su enfoque científico centrado en la diversidad de las multitudes de sujetos únicos que estudiaban y su resistencia a clasificar o a patologizar lo que hoy ya sabemos que se trata de matices o peculiaridades de nuestra sexualidad lo que les diferenciaba de aquellos primeros psicoanalistas, y también lo que nos conduce de nuevo a la idea de sexología sustantiva.
La sexología con apellido que no necesita un apellido.
Este enfoque ajeno al diagnostico de variaciones como trastornos de una normalidad y centrado en el relato de los sujetos en primera persona como punto de partida para el análisis sexológico se mantiene hasta nuestros días gracias a Efigenio Amezúa. El director del Instituto de Ciencia Sexológica utiliza este término originalmente para diferenciar el enfoque, pero ni él ni muchos de sus alumnos insisten en esta diferenciación y hablan simplemente de sexología, aunque si bien en ocasiones como esta, el adjetivo “sustantiva”, sirve de apoyo para explicar qué es lo que hacen los sexólogos, por qué, desde dónde y cómo.
Por ofrecer aquí algunas pinceladas sobre la disciplina, la sexología sustantiva cuenta hoy con un sistema propio de estudio para el hecho sexual humano, dividiendo en tres planos de individuación (los modos, los matices y las peculiaridades) el proceso de ser sexuado, nuestra sexualidad como resultado de este, la erótica como conjunto de deseos y la amatoria como puesta en común de dos eróticas.

A lo largo de la historia el sexo se ha explicado y se sigue explicando desde muchos lugares mitológicos, biológicos… paradigmas humanos que se han ido revisando conforme hemos ido avanzando en el conocimiento pero que siguen impregnando nuestro imaginario y nuestras intimidades. Hoy la perspectiva de género media incansable en nuestra comprensión del mundo, por eso hablar de Hecho Sexual Humano y no del sexo como un conjunto de prácticas o de genitales, a mi modo de ver, es una gran ventana para ampliar la mirada más allá.
A pesar de este punto de vista único, hay que tener en cuenta que toda disciplina se nutre de conocimientos de otros saberes y la sexología no es una excepción. Personalmente me encanta encontrar en el trabajo de profesionales de la psiquiatría, la neurociencia, en filósofos o en escritores, ideas que se van liberando de los antiguos paradigmas, explicando la diversidad desde otros lugares y llegando a las mismas conclusiones a las que llegaban Ellis o Hirschfeld “como los trabajadores de un túnel que hubieran empezado por dos lugares diferentes: si ambos mantienen la dirección correcta habrán de encontrarse en el centro”.**
Este modo de proceder tan humanista, tan ilustrado, ya no es el que está en boga […] las condiciones de posibilidad para afirmar que algo es científico han variado y ahora la obra de estos clásicos parece como si fuera literatura y algunos -casi siempre médicos- hablan de sus estudios como sexología científica para oponerse a esta otra sexología a la que no le interesa medir con aparatos variables orgánicas sino comprender los significados que los propios sujetos nos transmiten cuando tenemos la humildad de preguntarles.
Un joven Juan Lejárraga, inspirado durante una clase en el INCISEX hace tiempo, hoy es mucho más modesto y no diría estas cosas.
Sin diagnóstico ni obligaciones ¿Para qué sirve la sexología sustantiva?
La idea de que somos “sujetos biográficos” y no únicamente los trastornos que sufrimos, nuestra orientación sexual o nuestra identidad, devuelve el valor a la vivencia radical de cada ser humano y a la expresión peculiar de su experiencia, dando cuenta de lo importante que es respetar nuestro proceso así como el del que tenemos delante.
La sexología es una ciencia que pretende conocer la naturaleza de lo sexual. […] La relación entre la sexología y la salud sexual es la que media entre la comprensión científica de lo sexual y la regulación de lo sexual.
Joserra Landarroitajauregui, citado por Guillermo G.Antón (AEPS), haciendo una división muy clara entre salud sexual y sexología, que no serían para nada la misma cosa.
La tarea de la sexología sustantiva, al margen del estudio y en la práctica, es desproblematizar la vivencia sexuada de los sujetos, aliviar sus dificultades, acompañar y ofrecer su valioso marco para la propia comprensión de la realidad de cada uno, todo ello a través del asesoramiento y la educación. Esta sexología disfruta de una perspectiva única de aprendizaje de lo humano, no crea obligaciones ni urgencias, aporta una visión desprejuiciada, no corrige ni controla y da nombre al lugar donde se sitúan las preocupaciones para que puedan ser expresadas y resueltas.
En ese sentido su valor reside en sus ideas, que puestas en circulación con alumnos, parejas o individuos fomentan la actitud de cultivo, algo que precisamos tanto en nuestras aulas como en nuestros hogares.
* Añade aquí Miguel Vagalume en una revisión que junto a la de “estudiar” el sexo me gusta la idea de “comprender”. Me parece un apunte esencial y os lo comparto.
** Citando a Magnus Hirschfeld en una reseña sobre Freud donde compara el trabajo de los psicoanalistas y los sexobiologos.
Agradecimientos: A Miguel Vagalume, Miren Izco, Bruno Martínez y Juncal Martínez de las Heras por sus ideas, correcciones, brújulas y compañía y a Alberto Haj-Saleh por sus sugerencias de edición y la corrección ortotipográfica.
Bibliografía:
– Efigenio Amezúa. Revista Española de Sexología Nº115-116. El sexo: Historia de una idea.
– Juan Lejárraga. Revista Española de Sexología Nº 183-184. Apuntes de historia de la sexología.
– Ángeles Llorca. Revista Española de Sexología Nº 81-82. Magnus Hirschfeld y su aportación a la sexología.
– Miguel Vagalume. “Hablemos de sexología”. http://www.golfxsconprincipios.com/lamoscacojonera/hablemos-de-sexologia/
